My Work

Tuesday, July 17, 2007

Saturday, July 07, 2007

UN DIAMANTE ES PARA SIEMPRE (Shine On You Crazy Diamond)


And I’m wondering who could be writing this song… (Jugband Blues)

Éste es Syd. Así le decían. Uno de los artistas que más admiro.

Él era el líder de su banda. Él le puso ese nombre tan chido. Era inglés y era un letrista muy ingenioso, con un humor muy particular. Componía las rolas, las arreglaba con sus broders y las cantaba. Inventaba sonidos con la guitarra, hipnotizaba, atraía, gozaba de una personalidad magnética. Desas que te marcan cuando las conoces. A los 20 era la figura representativa de la escena underground en la época más turbulenta que Londres había conocido hasta entonces. Sus shows eran un viaje porque innovaba con juegos de luces y todo el pedo. Qué chido haberlo visto en el escenario tocando slide con su zippo.
Aparte el tipo dibujaba pocamadre, pintaba, leía un chingo y creaba todo el tiempo.

Su mente ya viajaba muy alto, pero empezó a viajar cada vez más lejos cuando el Diamante, caótico y brillante, se volvió ácido. Tan lejos que de plano se perdió. De pronto se fue, su mente se fracturó. Floreció y estalló, como una supernova. Casualties of rock, dirían muchos. Se salió de su banda, luego se salió de la música y luego se salió de la vida.

Vaya con el absurdo perfil del genio-loco-atormentado, ese que tanto le complace al mundo. La humanidad presume y alaba a sus “locochones” como trofeos en vitrina. Pero siempre detrás de una conveniente vitrina, porque los genios de lejitos son más padres. Es más cómodo admirar a Van Gogh en una pared o en un libro que tenerlo de vecino gritándote y sangrándote desorejado en el tapete de tu puerta. Más triste aún es que ésa sea la referencia principal para quien cree conocerlo. El punto es aguas si te toca uno así al lado, puede no estar siempre tan padre. Si no pregúntenle al resto de Pink Floyd. Sin él su banda no podría haber comenzado, pero con él no podría haber continuado. La única forma en que Syd continuó con su grupo fue en las letras y en la obra de sus nuevos líderes, sus antiguos carnales.

Todo el mundo –literal– preguntaba por él. Pero Syd estaba en su casa. “Lo siento, Syd no puede hablar con usted”. Despreció el mundo y su reconocimiento. Igual fue una sabia decisión, quién sabe. Pink Floyd y el lado oscuro del lunático.

Un enigma, mientras conserve su calidad de enigma, será por siempre poderoso. De los enigmas parten los mitos. Y de los mitos nacen las leyendas.
Esta leyenda jamás volvió a platicar con música. De hecho casi no platicaba con nadie. Pintaba, veía la tele, rolaba en su bici y sacaba la basura.
–Oye wey, mi jefe dice que mi vecino dealado, el ñor pelón que nunca habla, era un rockstar.
–Sí wey ajá. No mames, tas pendejo. Y tu jefe igual.
Vivió medicado y se murió exactamente hoy hace cinco años. Cáncer pancreático. Tenía 60 años y sus ojos violeta ya eran negros como agujeros en el cielo, como dice su canción.

Sus cuatro carnales, extraordinarios todos, siempre le rindieron tributo. Hicieron de su banda una de las más grandes.
El enigma no murió sino trascendió, aunque no se haya dado cuenta. La leyenda sigue brillando como el diamante que es. Y todos sabemos que los diamantes son para siempre.

Hoy el tributo lo rindo yo.

Shine on, Syd.